miércoles, 23 de marzo de 2011

Fragmento de un capítulo escrito

Amar.
Es el juego del corazón.

Y la miro mientras duerme, silencioso, expectante, como si ella fuese una película o una obra de arte. En cierta manera, lo es, es mi película, mi obra de arte. Duerme inclinada, abrazando la almohada, las piernas cruzadas y el pelo retirado de la cara. El sol entra por la ventana y la acaricia, se refleja en su pelo e incluso si desenfocas la vista ves las motas de polvo sobrevolando la habitación. Como espectadores de la película, revolotean encima de su cabeza, luchando por entrar, por saber más de ella, por saber de su mirada perdida, por saber de su sonrisa, de sus uñas mordidas. Me siento como esas motas de polvo, me siento un iluso, me siento confuso, incapaz de desplazar el determinante posesivo de las frases, de todo lo que sale de mí ser. No me salen las palabras, ni pensamientos, me sumergí en un estado de confusión absoluta, dependiente de su parpadeo, me da miedo hacerla mal e incluso me da miedo hacerle bien, me da miedo que se acostumbre a mí y que no se acostumbre, me siento ambivalente, cada respiración me induce un sentimiento diferente, inspira, espira y vuelve a espirar, me siento un intruso contemplándola, siento la adrenalina corriendo por mis venas. Su respiración es como una canción, la forma en la que espira, esa doble espiración, parece que mientras duerme suspirara.
Y yo, ahora, perdido entre suspiros.

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