Hoy realmente experimento, lo que un día escribí sin sentir, sin corazón que latiese, sin pulso, sin luz, hoy lo reescribo.
- La paz de las hojas-
Caen, caen, doradas, etéreas, caen.
Frágiles y ásperas, caen, las hojas, caen.
Las ramas, desnudas, tristes, temerosas, contemplan su vuelo, envidiando su caída.
Caen.
Y yo, ¿que soy ahora?,
¿qué seré cuando caiga este atardecer en mi alma?
¿que sentiré mañana?
Caeré, o seguiré aquí arraigada a la tierra...
Caeré.
La lluvia hoy cae con las hojas, cae,
el atardecer vuelve a despuntar,
y yo caigo, caigo.
Soy etérea, soy dorada, caigo,
me mojo con la lluvia, me estremezco en el frío,
caigo, caigo lento, muy lento,
me dejo llevar por el viento,
caigo.
Y ahora, cayendo, abro los ojos,
no soy una hoja, no, no soy una hoja,
pero sigo siendo étérea, sigo siendo dorada y sigo cayendo.
Y la vida sigue, y la vida cae también conmigo,
mi vida es la caida,
mi vida es ahora dorada, etérea,
porque ahora, no quiero ser las hojas,
ahora soy como las hojas.
No sé si se debe a que tengo las piernas cruzadas y el portátil encima, o que el poema está genialmente expresado, pero se me han dormido las piernas mientras lo leía... es soporífero, en el buen sentido...:D
ResponderEliminarEs como una canción de cuna...